Una "virgen jurada" es una persona que decide vivir en la forma del sexo opuesto, mientras que niega categóricamente que jamás haya relaciones sexuales con otra. El término en sí mismo puede ser engañoso - "juramento" la virginidad puede ser un acto público o privado, y ni siquiera tiene que ser una decisión consciente... (véase la mente inconsciente). El mismo término es usado por las vírgenes juradas como un símbolo de orgullo, pero también puede ser utilizada por otras personas de manera despectiva. Nacional Geographic estima que hay menos de 100 vírgenes juradas en Albania, algunas mas en las montañas cercanas de Kosovo, Servia y Montenegro.
Durante toda la historia moderna, en las montañas del norte de Albania las mujeres gozaron de muy pocos derechos. Todavia hoy no pueden votar en las elecciones locales, no pueden comprar tierras, se les prohíbe el acceso a muchos oficios; en muchos establecimientos incluso ni siquiera pueden entrar. Un antiguo puñado de leyes llamado Kanun todavía se utiliza en el gobierno de la región. El Kanun dice: "Una mujer es un saco hecho para aguantar".
Otras prácticas tradicionales del norte fueron suprimidas por los comunistas, pero los políticos en Tirana simplemente nunca se preocuparon de si una mujer en las miserables y remotas montañas quería vestirse y trabajar como hombre.
Con los años las mujeres se convierten en vírgenes juradas por diferentes motivos. Algunas prestaban el juramento cuando moría el patriarca de la familia. Otras juraban motivadas por un feroz espíritu de independencia, y otras porque es el único modo de eludir un matrimonio convenido sin hacer caer en desgracia a la familia del novio elegido. El juramento se prestaba tradicionalmente frente a los viejos del pueblo, aunque algunas lo hacían en privado.
Ser una virgen jurada permite actividades vetadas a las mujeres, como portar armas, tener propiedades y libertad de movimiento. Pueden participar en todas las actividades masculinas, escepto en tener sexo. Gozan de las perrogativas másculinas, como la de ser servidas en la mesa por las demás mujeres.
La historia nos cuenta de dos grandes mujeres que fueron reinas y mantuvieron su virginidad para poder ejercer el poder, es el caso de las reinas Isabel Tudor y Cristina de Suecia. Isabel declaró en 1.559 ante la Cámara de los Comunes:
"Y, al final, será suficiente para mí que una lápida de mármol declare que una reina, habiendo reinado tal tiempo, vivió y murió virgen."
También podría hacerse una mención especial a Hipatia de Alejandría o a sor Juana Inés de la Cruz, ambas también renunciaron a su sexualidad, por lo menos con los hombres, para poder seguir siendo libres y dedicarse al mundo del pensamiento o la poesía.