Cuenta Rocío Rodríguez que cuando propuso investigar las sentencias sobre sodomía de los tribunales del Santo Oficio, se tildó su intento de "frivolidad". Los historiadores han ignorado voluntariamente cualquier presencia LGTB, especialmente en lo referente a las mujeres. La historia solo tiene de femenino su nombre.
Aun hoy exponer indicios sobre la homosexualidad de personajes históricos (Peces Barba, Azaña, Cervantes) levanta ampollas. Hacerlo sobre alguna mujer significa airadas respuestas. Misoginia, lesbofobia, desinterés...
Las actas de la Inquisición o las sentencias contra sodomitas en la Sevilla de los Austrias nos muestran a personas transgénero, pero apenas visibilizan algún caso aislado de mujeres. Señalan a algunas "que utilizaban falos de madera para sodomizar a otras mujeres", si en cambio aparecen mujeres condenadas por dejarse sodomizar, incluso por sus maridos.
La mujer era un objeto de placer para el hombre, no se le suponía sexualidad, no se le suponía deseo, solo sumisión. Médicos, historiadores o antropólogos se han desentendido plenamente de esta realidad. Pero mientras en otros países aparecen muchos indicios (correspondencias, publicaciones, mujeres pioneras, tumbas de mujeres compartidas, ...) aquí hay un enorme desierto.
Los estudios e investigaciones sobre el mundo de la brujería no profundizan en los enormes indicios de lesbianismo entre este amplio y muy perseguido grupo de mujeres. Se trataba de mujeres que generalmente defendían una sexualidad libre y sin ataduras, podían vivir solas o con otras mujeres. La literatura las ha presentado como seres abominables, perversas, poseedoras de un erotismo o una fealdad extrema. Poco a poco van apareciendo estudios que nos muestran unos perfiles mas humanos, pero sin sexo. Claro, si no tenían maridos o amantes no tenían sexo.
Alberto Mira en "Para entendernos" señala un elemento importante las posibles "comunidades de monjas lésbicas" o a "Santa Teresa como matriarca de estas comunidades". Conocemos este tipo de realidades en otros países, aquí solo insinuarlo levanta tormentas. El incorrupto brazo de Santa Teresa dejaría de repartir aleatoriamente milagros a gente de bien... Como indica Mira, es necesario investigar y profundizar en esta realidad, sin prejuicios homófobos.
Dos casos nos permiten aproximarnos a esta realidad, aunque hasta hoy quienes se han aproximado han utilizado todas las calificaciones posibles a su alcance: lesbianas, transexuales, hermafroditas, intersexuales, mujeres libres.... Se trata de Elena (Eleno) de Céspedes y Antonio (Catalina de Erauso).
Elena (Eleno) de Céspedes fue una cirujana que optó por una identidad masculina en tiempos de Felipe II, posiblemente fue madre esclavizada, pero al tener la libertad tuvo una pareja femenina. Los relatos de la inquisición nos señalan un posible caso de intersexualidad que desorientó a quienes la juzgaban, creyendo se trataba obra del diablo. Casos parecidos fuera de Castilla o la Corona de Aragón tuvieron finales en la hoguera o en pelotones de ejecución, esta cirujana fue condenada «por desprecio al matrimonio y tener pacto con el demonio». Tras un largo proceso, fue condenada a 200 azotes y a trabajar durante diez años, sin sueldo, en una enfermería. Su popularidad fue tan grande que tuvo que ser trasladada a otros centros hospitalarios.
El caso de Antonio (Catalina) de Erauso nos muestra un joven con un cuerpo femenino que siempre rechazó. Expulsado de un convento de monjas, por intento de seducción masivo, buscó fortuna en América donde llegó a ser alférez. Intentó casarse con otra mujer, pero tuvo que huir antes de ser descubierto, podía significar su ejecución inmediata. Finalmente viajó a España y su identidad fue reconocida tanto por el rey Felipe IV, como por el Papa Urbano VIII. Acabó sus días en México como Antonio de Erauso.
Espero que alguien se anime a investigar en este enorme desierto sobre las lesbianas en nuestro país.