Las relaciones homosexuales no estuvieron penalizadas en España entre 1848 y 1954. La Barcelona de inicios del siglo XX vivió un tiempo de respeto y tolerancia hacia las libertades sexuales de sus habitantes.
Carnaval 1936, Barcelona. Pères de Rozas, AFB |
Casi en todo el territorio esta realidad lo era desde la discreción. Aunque las leyes no criminalizaban las relaciones homosexuales, sí lo era el escándalo público sin distinción de género, aunque raramente los jueces entraban en estos temas. Gays y lesbianas fueron casi invisibles hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. A inicios de siglo no se diferenciaba entre identidad de género y orientación sexual, todos eran “invertidos” según el lenguaje de la época.
La Primera Guerra Mundial convirtió a Barcelona en una capital del ocio a la que acudieron homosexuales de todo el mundo, hay que recordar que España era neutral. Hasta entonces la discreción había sido la norma, con apariciones esporádicas en las fiestas de la "Gente bien" de la zona alta de Barcelona y encuentros bajo el efecto de la absenta a altas horas de la noche en los bares de los bajos fondos.
Estos bares eran muy frecuentados por homosexuales catalanes, allí había muchos hombres buscaban los favores sexuales de marineros o soldados a cambio de poco dinero. Por aquí pasó Rafael de León, inspirando poemas como "Ojos Verdes" o posiblemente "Tatuaje". Alguno de estos poemas los escribió para Miguel de Molina, a quien conoció actuando en el cabaret Mónaco en la cúpula del Teatre Principal.
La visibilidad de las lesbianas fue casi inexistente, raramente ninguna dio el paso de darse a conocer. Margarita Xirgú o Raquel Meller nunca se llegaron a definir como tales, en el caso de la cupletista se conocen su predilección por alguna de sus costureras o que fue de las pocas mujeres que cantó temas de amor a otras mujeres (OH, señorita).
Con la llegada de los nuevos visitantes llegaron los espectáculos de los transformistas. El actor italiano Leopoldo Fregoli fue el pionero a inicios de siglo, él abrió la puerta a toda una serie de transformistas como Egmont de Bries, Derkás o Mirko, todos ellos homosexuales. La mayoría de locales donde actuaban tenían la presencia de muchos gays. Para salvar la identidad masculina de los hombres, los que acudían a ligar, generalmente por motivos económicos, eran obligados a ir travestidos. A este grupo variado, años después Jean Genet los definió como Las Carolinas, en contra corazón él mismo fue una Carolina. Genet en su “Diario del ladrón” narra la vida en los bajos fondos de la ciudad donde se prostituía. Narra un atentado a una vespasiana (1) en la que murieron unas “carolinas” y una posterior marcha en su honor, no hay ninguna evidencia que lo corrobore. También Querelle de Brest y El balcón (teatro) tienen elementos originales en el barrio Chino.
Curiosamente las revistas satíricas de la época (Papitu, Esquella de la Torratxa o el Cucut) apenas citan este mundo, pero si lo hace la prensa. De la Vanguardia al Diluvio las alusiones a los gays de la época no eran nada positivas, citan a los gays como degenerados o invertidos. La más beligerante era la Solidaridad Obrera de la CNT que consideraba a la homosexualidad como un vicio a erradicar, llegando a pedir que se dinamitara el barrio. El mundo de la fotografía si nos ha dejado muchas imágenes que entran en contradicción con las referencias literarias y periodísticas
La pieza teatral "Un hombre llamado Flor de Otoño" nos muestra muy bien la vida de la noche barcelonesa, pero su personaje no era ni abogado, ni anarquista, ni de buena familia, seguramente ni se llamaba Lluís; era un joven que vendía su cuerpo al mejor postor en las habitaciones privadas de la Criolla. Era un camello, prostituto y seguramente informante de la policía, sus fotos de 1934 indican que vivió más allá de los hechos literarios.
La Criolla o Cal Sacristà eran los locales donde iban principalmente los homosexuales barceloneses, el segundo se convirtió en el primer local exclusivo para gays y transformistas en los años 30 (seguramente con el Cangrejo Loco). Por estos lugares de los bajos fondos de Barcelona pasaba lo mejor de la sociedad catalana, obreros, camellos, marineros, chulos, "gente bien" incluido escritores como Jacinto Benavente o Alvaro Retana.
La Guerra Civil puso fin a este mundo. Pese a lo que muchos creen, el transformismo no fue prohibido por los anarquistas en el poder, más bien muchos transformistas se fueron al frente a luchar por la república. Estos locales desaparecieron bajo las bombas fascistas. Los locales que se salvaron se transformaron en salas de flamenco donde antiguos transformistas se transformaron en "cantaores" emulando a Miguel de Molina pluma incluida, como el ex transformista Mirko.
La homosexualidad y los burdeles no fueron prohibidos hasta 1954, pero en las calles ya no eran seguros para los gays. Tardaría muchos años hasta que Madame Arthur, en el cabaret Gambrinus, o el Pintor Ocaña en las Ramblas recuperaron la visibilidad perdida. Pero ya eran otros tiempos.
Urinarios