En su viaje de regreso de Bitinia, donde entabló una gran amistad con el Rey Nicomedes, el joven César fue secuestrado por unos piratas que no se caracterizaban por su inteligencia.
Los piratas pensaban pedir por él 20 talentos, lo cual al arrogante joven patricio enojó profundamente, exigió que pidieran 50 pues tal era su rango.
Mientras esperaba la respuesta César entabló amistad con ellos, se dedicó a perfeccionar su oratoria mientras se burlaba de ellos: " regresaré y os colgaré a todos". Los piratas se reían de César. Mientras memorizaba las rutas hacia la guarida de los bandoleros.
Pagado el rescate y liberado, Julio César guió a la flota romana hasta la guarida de sus secuestradores. Fueron crucificados y Roma recuperó con creces su inversión, pues no sólo recuperó una importante fortuna, la pequeña flota le sirvió para atacar a la vecina Rodas. Cabría preguntarse quien en realidad era el pirata en esta historia.
Plutarlo lo cuenta así:
"I. ...cuando regresaba fue apresado junto a la isla Farmacusa por los piratas, que ya entonces infestaban el mar con grandes escuadras e inmenso número de buques.
II. Lo primero que en este incidente hubo de notable fue que, pidiéndole los piratas veinte talentos por su rescate, se echó a reír, como que no sabían quién era el cautivo, y voluntariamente se obligó a darles cincuenta. Después, habiendo enviado a todos los demás de su comitiva, unos a una parte y otros a otra, para recoger el dinero, llegó a quedarse entre unos pérfidos piratas de Cilicia con un solo amigo y dos criados, y, sin embargo, les trataba con tal desdén, que cuando se iba a recoger les mandaba a decir que no hicieran ruido.
Treinta y ocho días fueron los que estuvo más bien guardado que preso por ellos, en los cuales se entretuvo y ejercitó con la mayor serenidad, y, dedicado a componer algunos discursos, teníalos por oyentes, tratándolos de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían, y muchas veces les amenazó, entre burlas y veras, con que los había de colgar, de lo que se reían, teniendo a sencillez y muchachada aquella franqueza. Luego que de Mileto le trajeron el rescate y por su entrega fue puesto en libertad, equipó al punto algunas embarcaciones en el puerto de los Milesios, se dirigió contra los piratas, los sorprendió anclados todavía en la isla y se apoderó de la mayor parte de ellos.
El dinero que les aprehendió lo declaró legítima presa, y, poniendo las personas en prisión en Pérgamo, se fue en busca de Junio, que era quien mandaba en el Asia, porque a éste le competía castigar a los apresados; pero como Junio pusiese la vista en el caudal, que no era poco, y respecto de los cautivos le dijese que ya vería cuando estuviese de vagar, no haciendo cuenta de él se restituyó a Pérgamo, y reuniendo en un punto todos aquellos bandidos los mandó crucificar, como muchas veces en chanza se lo había prometido en la isla"
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