Empezaba 1977 y estaba en Leganés. De hecho, y no por voluntad propia, llevaba allí desde marzo del año anterior. Estaba en el Cuartel del Regimiento Saboya, hoy Universidad Carlos III. Un palacio restaurado en la época de este rey y que posiblemente en tiempos de los Austria fue sede de los celebres "Lanceros" de los tercios viejos. Algunas veces cuento que yo hice la mili con Alatriste...
Llegué allí con carta de recomendación de la Guardia Civil de Gavà: entre otras lindezas me llamaban "dirigente de partido anarquista". Una buena credencial para acudir a un regimiento que formaba parte de la "División Acorazada" dirigida por este gran amante de las libertades que se llamaba Jaime Milans del Bosch.
Al principio me sorprendía el ver que cualquier destino me era negado, que raramente me daban permisos de mas de un día, que el capitán me tenía una especial inquina. Pero no era el único. Entre mis compañeros había gente que ya se había significado como militantes del PSP, PCE o PSUC, no estaba allí por casualidad.
Allí la vida transcurría entre guardias, servicios de cocina, retenes. Cuando al fin podía acudir a Madrid aquella ciudad me parecía el paraíso, un fresco golpe de aire en medio del desierto. Esta sensación me sigue ocurriendo cada vez que puedo acudir a la Villa y Corte.
De vez en cuando nos despertaban a la madrugada, nos daban las armas sin munición y os íbamos a dar una vuelta por la capital, dentro de los vehículos militares. Recuerdo ver desde el interior del vehículo una vez TVE. Por lo visto ensayábamos una posible toma del edificio de Prado de Rey. .
Recuerdo el nombramiento de Suárez, la salida de "El País", el primer diario en mi lengua "AVUI", el referéndum por la Reforma.... Y llegó enero.
Corría el rumor que la extrema derecha había asesinado a un joven en una manifestación, Arturo Ruiz. El día antes es una joven la que había muerto. En este oportuno momento aparece el GRAPO y secuestra al General Villaescusa.... En medio de este estado de crispación la ultraderecha atenta contra los abogados laboralistas de Atocha, es una masacre.
En el cuartel llaman a los que están de permiso, se niegan salidas y se nos informa que estamos en estado de alerta hasta nuevo aviso. Se nos manda hacer las mochilas.A las pocas horas se nos hace formar y sin mas información se nos dan las armas, pero esta vez con munición.
No se nos deja volver a las habitaciones, se nos coloca cerca de los camiones preparados para salir a la calle en cualquier momento. Las próximas 24 horas transcurren subiendo y bajando del camión.
Mi arma era una ametralladora MG42, capaz de lanzar cerca de 2000 proyectiles en un minuto y de hacer puntería a mil metros. Era terriblemente mortífera. Con los proyectiles me entregaron una pistola Star, con sus cargadores de 9cm-parabellum. Jamás había tocado algo así, pero en pocos minutos me enseñaron como hacerla funcionar...."Es para defender la MG42 si te atacan" ¿Defenderme? ¿De quién?
La verdad es que pocas preguntas nos hacíamos, recuerdo la inmensa tensión en las miradas de mis compañeros envuelta en miedo y silencio. Por la cabeza no pasaba nada. O tal vez era el miedo el que nos tenia agarrotados. ¿Qué pasará si se abre la puerta de cuartel y salimos?
Recordaba con cierto horror una imagen del final de la película "La Gran Evasión". De un camión militar salia un arma como la que yo llevaba, una MG 42, y disparaba contra civiles sin previo aviso.... Luchaba por borrarlo, seguro que no iba a ocurrir nada.
Mientras en Madrid el PCE hizo una gran demostración de presencia y responsabilidad en el entierro de los abogados laboralistas y ello aplacó el intento de los militares de imponer su ley a la fuerza.
¿Qué habría ocurrido si hubiésemos salido a la calle?¿Qué habría hecho? Son preguntas que no he dejado de hacerme desde aquel día y que al indagar en las posibles respuestas siento correr el pánico por mi interior.
No recuerdo muy bien en que situación quedé tras devolver las armas, sólo recuerdo que el alférez de mi sección al verme movió cielo y tierra para que me dieran permiso, un permiso de un mes que fue mi licencia definitiva y el final de un largo año perdido y jamás recuperado.
M'he sentit força identificat amb aquestes sensacions que descrius, perquè jo també vaig fer el servei al Saboya, sinó que a mi m'hi va enxampar la nit del 23 de febrer del 1981. Vaig entendre per què en els cops d'estat la tropa no podia ni tan sols decidir en consciència (suposant que algú tingués vocació de màrtir!): si haguéssim acabat sortint, ens hauria estat impossible saber si era per sumar-nos a la rebel·lió o per sufocar-la... fins que ja fos massa tard.
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