La relación con el VIH siempre es una relación emocional, especialmente la relación con el VIH de los demás. No saber gestionar tus emociones puede llevarte a ser serofóbico, ¿lo hablamos? (Artículo de Gabriel J. Martín. Psicólogo. Coordinadora Gai Lesbiana de Catalunya i Gais Positius. Publicado en la revista GB (Gay Barcelona) nº 81, junio 2011)
Este mes será un mes importante en la visibilización del VIH y de todo lo que tiene que ver con él, siendo la serofobia uno de los temas que pondremos sobre la mesa. A diferencia de los países anglosajones y nórdicos, nosotros hemos avanzado relativamente poco en este sentido quizá porque la moral conservadora nos pesa mucho más de lo que los gays ibéricos –tan cools y estupendos que somos- seríamos capaces de reconocer.
Cuando hablamos de serofobia estamos hablando exclusivamente del temor irracional que impide a alguien relacionarse constructivamente con una persona VIH+ y no de cuestiones sociales ya que estas últimas tienen más que ver con el estigma o la discriminación. Ya sé que todos estos términos guardan relación pero no se refieren a lo mismo.
La serofobia es una emoción intensa, generalmente de temor, que siente cualquiera de nosotros ante la posibilidad de mantener una relación (sexual o sentimental) con un hombre VIH+. Como en cualquier otra fobia, este miedo es desproporcionado. Es un miedo que no guarda relación con “el peligro real” (aunque a ti te parezca que sí la guarda) y te compele a la huida o, lo que es lo mismo, al rechazo.
Como en cualquier otra fobia, en el caso de la serofobia, la dificultad suele radicar en que no somos capaces de gestionar las emociones que se nos desencadenan ante el VIH. No saber gestionarlas significa varias cosas: bien que no sabemos soportar las emociones, bien que no somos capaces de controlarlas o bien que no somos capaces de cuestionarnos las creencias que están detrás de estas emociones ¡o bien todo a la vez! A menudo es el prejuicio serofóbico, nuestras creencias distorsionadas, lo que se encuentran en la raíz de la serofobia de muchos.
El prejuicio serofóbico relaciona el VIH, entre otros, con los conceptos “deterioro”, “vejez” y “promiscuidad” y eso es terrible en dos sentidos: hacia el hombre VIH+ y hacia ti mismo. Hacia él, porque el deterioro es falso (¡y aunque fuese cierto!) y –además- porque el VIH no sabe lo que es la promiscuidad. Basta con una relación de riesgo en un grupo de tanta prevalencia como el nuestro para que se produzca una infección. Y es en este sentido en el que resulta terrible para ti, porque tu prejuicio te hace vulnerable. Los prejuicios no protegen, la información sí.
Tu prejuicio te hace creer que si el chico está bueno o es joven o siempre ha tenido relaciones monógamas, no puede tener VIH y, por tanto, crees que puedes “fiarte” y prescindir del condón cuando te acuestes con él. Tu prejuicio no te ha permitido pensar en que el VIH es asintomático y que, únicamente cuando se ha progresado a sida tras años de estar infectado, aparece algún signo físico que podría asociarse al VIH. Durante todos esos años, si la persona no está en tratamiento con antiretrovirales, puede dar lugar a una infección en otra persona (en ti, por poner un ejemplo).
Antes de aprender a ser empático hay que aprender a ser inteligente y la inteligencia es muy realista. Cuantos menos prejuicios y más información veraz tengas, más fácil te resultará establecer relaciones constructivas.
Si lo piensas bien, puede que estés utilizando una estrategia equivocada. Evitas a las personas que tienen o que crees que podrían tener VIH y, en base a eso, te relajas y tienes prácticas sexuales que permiten la infección con los que crees que seguramente no lo tendrán. Haz algo mejor: huye del virus, no de las personas.
Barcelona, 11 de mayo de 2011
Excelente publicación... y hay formas de ser el objeto de la serofobia, siendo seronegativo; yo la he vivido cuando han tenido reticencia a tener relaciones conmigo (utilizando medidas de protección) porque mi pareja murió "no de muerte natural" -me dijeron.
ResponEliminaGracias por incluir en la larga lista de sexofobias y xenofobias ésta que tantos ni siquiera consideran cuestionable, sino que la argumentan con opiniones de carácter profiláctico: el discurso médico ha hecho mucho daño en este sentido.