“Entre las gentes no tengo igual. Mi agua es el vino,
mi aperitivo los besos.
Mi lecho son los traseros desde que me levanto hasta que
me acuesto”.
Abū Nuwās
Si bien en el caso arabo-musulmana habría que hallar los antecedentes de tal literatura en la época pre-islámica, sin embargo no fue hasta el siglo IX cuando aparecen las primeras obras dignas de tal género, bajo el imperio de los Abasíes de Bagdad.
Hay que resaltar las numerosas traducciones de obras eróticas de Persia y de la India, que mandaron ejecutar los califas. Dichas obras, junto con la aparición masiva en Bagdad de esclavas foráneas, modificaron sustancialmente las prácticas sexuales de una clase aristocrática hedonista y ávida de placeres sensuales. Posteriormente, entre los siglos X y XV, la literatura erótica islámica alcanzó un gran auge en Al-Andalus y el Magreb, con obras destacadas en Siria, Yemen, Irak e Irán.
El placer sensual, los juegos sexuales y el orgasmo (al-shabaq) son llamados respectivamente ladha, moula’ aba y tamattû. Latransgresión sexual es denominada zina (fornicación), y es válida tanto para los hombres como para las mujeres. La mujer es dicha mûtabarrija, cuando manifiesta una libertad demasiado grande de costumbres.
La palabra awra (literalmente ‘ciego’), designa los órganos sexuales (que deben esconderse en el hamman). El amor homosexual se conoce como al-hûbb al-lûthi, mientras que la lesbiana es identificada de manera imprecisa (y más bien negativamente) por la palabra sihaqo mûsahaqa.
Entre los primeros autores ilustres de la poesía erótica aparece en la época de los Omeyas Umar Ibn Abi Rabi (644-719), apodado hoy en día por los historiadores el Casanova de Medina, y en tiempo de los Abasíes Abu Nuwas (757-815), famoso poeta, libertino y homosexual que fustigaba el islam y cantaba en sus versos báquicos su amor por el vino y los bellos muchachos afeminados. Murió en la cárcel durante el califato de Al-Mamun en extrañas circunstancias. Se cree que fue envenenado.
Autores ilustres que destacaron en el campo de lo erótico fueron también el poeta andaluz Ibn Zaydûn (1003-1071) y el cronista de los Abasíes afincado en Bagdad, Al-Jahiz (776- 869), considerado como el “padre” de la prosa clásica árabe, que no dejó de describir el comportamiento de los bebedores de vino y las costumbres sexuales de las prostitutas, de las esclavas cantantes, de los “guapos” y de los libertinos.
Algunas mujeres escribieron por otra parte textos eróticos, como Wallada, poetisa y princesa de Córdoba del siglo XI que no vaciló en expresar sus gustos sáficos.
No obstante, las obras eróticas “más calientes” del islam aparecieron en el siglo XIII con Las Mil y Una Noches, en el siglo XIV, con la Guía del despierto para la frecuentación del amado de Ibn Foulayta y en siglo XV con el celebérrimo Jardín perfumado (Ar-Rawd al atir nushati al játír) del jeque Al Nefzaui.
En su célebre novela En busca del tiempo perdido, Marcel Proust recuerda la vacilación de su madre a la hora de ofrecerle una de las dos traducciones disponibles de las Mil y Una noches: la primera, más o menos fiel al texto original en árabe, y la otra, censurada y pulida de todo contenido erótico u homosexual.
Pero mucho antes de la época de Proust las sociedades europeas consideraban que la perversión, el libertinaje y la corrupción moral procedían de Oriente y más precisamente del mundo musulmán. Las costumbres sexuales árabes chocaban por su “crudeza” a las élites burguesas. Por ejemplo en el siglo XVII, Joseph Pitts, un joven inglés capturado por los corsarios argelinos, describe en sus memorias, no sin aversión y horror, cómo en Argel ” los hombres se enamoraban de chicos, como en Inglaterra lo harían con mujeres”. Sin embargo bien parece ser que nuestro joven inglés se haya “olvidado” de mencionar la larga historia de la homosexualidad en la Grecia y en la Roma de la antigüedad, en la Edad Media y en los tiempos del Renacimiento…
Uno de los primeros textos literarios en árabe que trata abiertamente de la cuestión de la homosexualidad es el Mofakharat Alghilman wa Aljawari de Al Jahiz. En este libro escrito en forma de diálogo, dos hombres discurren acerca de sus preferencias sexuales: el primero expone las razones de su amor por los efebos, mientras que el segundo defiende su pasión para las mujeres.
El islam tiene una visión de la pareja fundada sobre “la armonía preestablecida e intencional de los sexos”. Lo que supone una complementariedad de lo masculino y de lo femenino. El fin de esta complementariedad es el goce y el placer, pero también y sobre todo la procreación y la perpetuación de la raza humana. En este espíritu, la homosexualidad sería una violación de la armonía natural y una amenaza de anarquía y desequilibrio.
El Corán no precisa un castigo específico que sanciona el acto homosexual, lo que abre la puerta a todo un debate teológico sobre la naturaleza del castigo. Según un hadiz del profeta, la sanción debe ser la pena de muerte, a semejanza del castigo divino sobre el pueblo de Loth. No obstante, la similitud con Zina (la fornicación) es evocada por ciertos ulemas musulmanes para establecer variaciones en la sanción: la lapidación hasta la muerte para el homosexual casado, y latigazos para el soltero. La homosexualidad femenina es tratada con una indulgencia relativa, pues no es asimilada ni a la fornicación ni a la homosexualidad masculina. Las sihakyate (‘lesbianas’) son objeto de una reprimenda simple dejada a la discreción del juez. La ausencia de la penetración anal, cuya existencia define la homosexualidad según el criterio de los teólogos musulmanes, explica probablemente esta “mansedumbre”.
En la teología musulmana, la práctica de la homosexualidad, para poder ser demostrada como un hecho probado, requiere las mismas pruebas que en el caso de la fornicación: el testimonio de cuatro personas que atestiguan haber visto y haber discernido una penetración total, o bien una confesión sin retractación de las personas concernidas. Exigencias drásticas que hacen casi inaplicables las sanciones de esas prácticas homosexuales.
Las conquistas militares y el contacto con otras civilizaciones engendraron un profundo cambio en la sociedad musulmana, a menudo en contradicción con las prescripciones del texto coránico.
La extensión del imperio musulmán, particularmente bajo la dinastía Abasí, engendró un cambio de los valores y de las normas, y surgieron nuevas costumbres. Los amores masculinos fueron proclamados y tolerados en tanto que amores no sólo carnales y sexuales, sino también filosóficos y místicos.
El califa Al Amin (809-813) compraba muchos eunucos para disfrute propio, renunciando así a sus mujeres y concubinas. Al Amin, hijo y sucesor del gran califa Harun al-Rachid, tenía un amor desmesurado por algunos de sus esclavos varoniles, y componía para ellos poemas donde manifestaba su pasión y su llama. El califa, cuyo imperio se extendía del Magreb a China, describe así a su servidor Kawthar en uno de sus poemas: “Kawthar es mi religión y mi vida, mi enfermedad y mi médico. Muy injusto es aquel que censura su corazón por amor”.
Otros califas Abasíes, como Al Mutasim (833-842) y Al Wathiq (842-847), escribían poemas de amor dedicados a jóvenes muchachos y a efebos. El califa Al Mutasim estaba prendado de un joven de una belleza excepcional que se llamaba Ajib, por el cual sentía una pasión sin freno.
En su tratado histórico Albidaya wa Alnihaya, Ibn Kathir, jurista y teólogo sirio del siglo XIV, lamenta la homosexualidad de la mayoría de los reyes y de los príncipes, pero también de los comerciantes, de la gente ordinaria, de los escritores, de los ulemas y de los jueces, “salvo aquellos a los que Dios quiso preservar de este vicio”. Al Maqrizi, el historiador egipcio del siglo XV, relata que en su época ” la homosexualidad era tan común que las mujeres debían vestirse de hombres para tener gracias a los ojos de sus pretendientes”.
Sin querer minimizar la homosexualidad en las costumbres de los árabes, tanto durante la época preislámica como en la época islámica, podemos decir que dicha mutación mental y cultural de la sexualidad arabo-musulmana en una escala más amplia se explica por la influencia que ejercieron las culturas y las civilizaciones anexionadas por las conquistas militares musulmanas. La herencia griega, persa e hindú fueron determinantes en este cambio cultural.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada