Plutarco (50-125), en su narración Sobre el amor, de su libro Los tratados observó que los "homosexuales" (1) masculinos vivían bajo el influjo de Ares, dios de la guerra, lo que explica su agresividad y masoquismo:
Estela de unos guerreros griegos,
"Por consiguiente, no son tan sólo las naciones más belicosas, como los beocios, los lacedonios y los cretenses, los que tienen más práctica en esta clase de amor.
También lo fueron los héroes de la antigüedad Meleagros, Aquiles, Aristómenes, Kimón Epameinondas. Este último tenía dos amados, Asópichos y Kasiodoros. Kasiodoros halló como él la muerte en los campos de Mantineia, y fue enterrado junto a Epameinondas.
Molus sembraba el espanto entre sus enemigos, y su valor era sumamente temido; fue herido mortalmente por Euknamos de Amfissa, que sostuvo su primer choque, por lo que los focenses concedieron a Euknamos los honores heroicos.
En cuanto a enumerar todos los amores de Herakles, empresa dificil sería, dado su gran número. No citaré sino a Iolaos, reverenciado y adorado aún hoy, a causa de pasar por uno de los amados por este semidios; éste es el motivo del por qué los amantes cambian sobre su tumba juramentos de ternura. Dícese aún que Herakles, hábil en medicina, salvó a Alkestis, mujer de Admetos, de una enfermedad desesperada; claro que si Admetos amaba a su mujer, no por ello dejaba de ser el amado del héroe. El propio Admetos -de creer a la fábula-, fue amado de Apolo, que «a su servicio estuvo durante un año entero».
Muerte Epaminondas. Louis Gallait
Virgilio (70-19 a.C.), en la amorosa Égloga II nos ofrece una visión de la relación masoquista de los homosexuales:
El pastor Coridón ardía en vehemente amor por el hermoso mancebo Alexis, ni delicias de su dueño, ni aun esperanzas conseguía. A menudo, caminaba solitario bajo las tupidas hayas lanzando al viento, desde las elevadas cumbres y florestas, rústicos y plañideros aires. ¡Oh cruel Alexis! ¿Por qué desdeñas mis canciones? ¡No tienes piedad de mí! ¿Así me dejas morir? Ésta es la hora en que los mismos rebaños buscan la fresca sombra, en que el verde lagarto se oculta bajo los breñales, en que Testilis maja los ajos y sérpol y las olorosas yerbas, para calmar el ARDOR de los cansados segadores, sofocados por el SOL ABRASADOR; y yo por seguir las huellas de tus pasos, desafio los ARDORES del mediodía, mezclando mi voz solamente entre los arbustos con la cigarra cantora. ¡Ay! ¡Más me hubiera valido sufrir los orgullosos y tristes desvíos de Amarilis ! ¡Más, haber preferido a Menalco, a pesar de su moreno tinte, y olvidar tu blanco color! ¡Oh hermoso mancebo! No fíes demasiado en tus rozagantes y frescos colores; también se deja perder la blanca alheña y se aprovechan los oscuros jacintos. Me desprecias, Alexis, y ni siquiera pretendes saber quién soy.
(1) cito homosexuales tal como es citado en el libro de referencia
TEXTO ORIGINAL:
Primera antología de la poesia homosexual. Fredo Arias de la Canal. FRENTE DE AFIRMACIÓN HISPANISTA, A.C. México, 1997
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