Las relaciones homosexuales eran duramente perseguidas en la Castilla de Felipe II, por lo menos oficialmente. En los mesones se podía encontrar mancebos con cierta facilidad, también en las mancebías con cierta legalidad.
En Castilla eran las autoridades civiles las encargadas de perseguir los delitos por sodomía. Las víctimas acostumbraban a ser personas de bajo extracto social, a las que se les podía aplicar sentencias de muerte en la hoguera o el destino a galeras. Los casos de nobles perseguidos por el delito nefando eran escasos, y casi siempre tenían un trasfondo político.
El caso de "Don Juan" de Tarsis (clic) posiblemente tenía su origen en las denuncias de corrupción contra el mal gobierno. Los casos contra Antonio Pérez y Pedro L. Galcerán de Borja (clic) por su enfrentamiento con el rey Felipe II. Para el procesamiento de estas dos importantes figuras, se empleó a la Inquisición, en el caso del secretario por haber huido a Aragón, en el caso de Galcerán por ser valenciano.
Las constituciones o fueros de Catalunya, Aragón y València no condenaban la sodomía, pero hacia 1526 la Inquisición asumía competencias para perseguirla. Con ello se abría un período de enormes tensiones entre una administración que consideraban castellana y la justicia de estos estos reinos. El juicio contra Antonio Pérez 8clic) y la posteror ejecución del Justicia de Aragón son un buen ejemplo.
En el juicio de éste último aparece la triste historia de un joven mancebo de 15 años llamado Antón de Añón. El muchacho fue un paje al servicio del antiguo secretario de Felipe II preso en Aragón. le llevaba la comida y se quedaba a dormir con él. Según Pérez "aquel muchacho era lascivo et destillabat amores" (1). El adolescente ante el temor de ser enviado a declarar ante el Tribunal de la Inquisición, huyó a Madrid.
Curiosamente fue a casa del propio inquisidor, a quien tal vez conocía anteriormente (¿como cliente?). Por miedo a la tortura contó todo lo que sabía, seguramente también los nombres de sus posibles clientes. Se equivocó terriblemente.
Tras estar voluntariamente en casa del Inquisidor, fue enviado a los centros de tortura del Santo Oficio, donde fue terriblemente torturado hasta morir. Los inquisidores eran maestros de la tortura, raramente nadie se les moría. Los cirujanos se encargaban de que la tortura se alargara sin que el reo muriera. Por ello deduzco que el pobre Antón de Añón fue asesinado cruelmente para evitar saliera a la luz los nombres de sus "nobles" clientes.