El objetivo principal de los tribunales del Santo Oficio no era la salvación de las almas pecadoras, ni la redención de los pobres reos, era impartir miedo. Un pueblo temeroso, era un pueblo obediente al poder establecido.
Eran organismos políticos, mas que religiosos, inspirar terror entre la población fortalecía el poder establecido, el poder del rey, la nobleza y el alto clero. La clemencia, la misericordia o el perdón estaba ausente, muy lejos de lo que en teoría pregonaba el cristianismo. El terrorífico inquisidor Nicolau d'Eymeric (1) señalaba: "Hay que recordar que la principal finalidad del proceso y la condena a muerte no es salvar el alma del acusado, sino procurar "el bien público" e infundir terror al pueblo"
El "bien público" no era el del pueblo y debía estar lejos de cualquier concepción caritativa, el bien público era el del poder establecido.
En las actas condenatorias que se han conservado, podemos ver como clérigos, labradores o marineros eran tratados con la misma dureza, con sentencias igualmente horribles. Mientras con los nobles o grandes hacendados se procuraba no dañar el prestigio de la clase u orden, salvo cuando se trataban de nobles incómodos para el poder como fue el caso de Galcerán de Borja o Antonio Pérez secretario de Felipe II.
La delación funcionaba ante el miedo a ser delatado, llegando a producirse autoinculpaciones con consecuencias devastadoras. Es el caso de una mujer casada que aterrorizada acudió al tribunal para denunciar que su marido la había conocido por detrás. (2) El marido fue preso y tras ser juzgado enviado a galeras, ella tuvo que pagar las costas y su honor mancillado ante una población tan temerosa como ella misma.
(1) Manual del Inquisidor (Directorium Inquisitorum) s XIV
(2) Conocer por detrás: eufemismo que hacía referencia al sexo anal
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Nicolau d'Eimeric el tenebrós: https://poldest.blogspot.com/2018/10/nicolau-deimeric-el-tenebros.html