Los hombres homosexuales tenían mas o menos conciencia de su condición, la mujeres raramente. Las lesbianas no existían, no se hablaba de ello. Sufrían una doble discriminación: por ser mujeres y por ser lesbianas. La psiquiatría oficial les consideraba "masculinoides" (marimachos)
Esto sucedía en un régimen que tenía como guardianas de la moral y las buenas costumbres a una división de mujeres solteras, uniformadas, como la Sección Femenina,"semillero de lesbianas en potencia" según Fernando Olmeda (El látigo y la pluma). Un grupo marcial de mujeres que enseñaban a las jóvenes aquello que ellas no practicaban: a ser femeninas, a coser y cantar, a realizar las labores del hogar y a ser sumisas ante el varón. Un grupo liderado por Pilar Primo de Rivera de quien se conocía su preferencia por el sexo femenino.
Como en otras épocas de represión el destino de muchas lesbianas fue los conventos, pero la vida represiva que se vivía dentro acabó marcando la personalidad de muchas de estas mujeres.
En este estado de cosas las lesbianas no tenían referentes, las últimas conocidas habían abandonado España al final de la Guerra Civil. Muchas no llegaron a comprender la naturaleza de sus deseos y sentimientos llevándolas a una situación de desesperanza motivada por la vergüenza, la ignorancia y sentimiento de culpa. Se creían diferentes, pero vivían en las catacumbas, en la mas absoluta soledad. Muchas llegaron a formar parejas, ante la compasión general que jamás vio en estas relaciones un nexo sexual _"pobrecillas, viven juntas para hacerser compañía"_ La invisibilidad permitía que dos mujeres vivieran juntas, sin que nadie murmurara por ello. Podían dormir juntas, pero desde un desconocimiento absoluto de la sexualidad femenina y empezando desde el temor de que lo que hacían era pecado, era perverso.
Para el franquismo las lesbianas no existían, no tenian sexo, debían ser sumisas y obedientes siempre al servicio del hombre. Empar Pineda señaló: “el sexo entre mujeres no se perseguía porque para el régimen no podía existir”.
Paulina Blanco, Fundació Enllaç, nos cuenta su experiencia:
"Yo descubrí mi homosexualidad en la adolescencia y me supuso un altísimo nivel de soledad, de tristeza, de no saber qué hacer, no poner nombre a lo que yo sentía porque no sabía lo que era aquello, no tener referentes, no poder comunicarlo a nadie. Me refugié en los estudios y fueron la salvación, hasta que conocí en un pueblo de Cáceres a Encarnita, con quien comparto la vida desde el año 1972."
Los hombres homosexuales lograron crear lugares de encuentro (parques, bares, urinarios..) con mas dificultades se podían encontrar publicaciones en los que se hablaba de la homosexualidad. Esto no ocurría con las mujeres. Boti García Rodrigo, presidenta de la FELGTB:
"No eramos dueñas de nuestro sexo, ni de nuestro cuerpo, ni de nuestros pensamientos, lo que nos pasaba era como nubes que nos venían. Se intuía deseo y pecado, pero no formulabas nada, era un horror"
Mas información:
EL LÁTIGO Y LA PLUMA
Lesbianismo en el franquismo; un amor condenado.
Lesbianas en el franquismo"
Estupendo artículo, me ha gustado. Las mujeres podían ser amigas íntimas los hombres lo tenían más difícil
ResponEliminaEstupendo artículo, me ha gustado. Las mujeres podían ser amigas íntimas los hombres lo tenían más difícil
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