Como en muchas historias relacionadas con el sexo, la información que tenemos sobre la historia de la prostitución en Barcelona es limitada y contradictoria. Pero hay indicios y estudios que nos señalan datos sobre esta realidad.
Las conocidas carazas (carasses) de la ciudad pueden indicarnos la presencia de burdeles, aunque siempre es necesario recordar que no todas las existentes señalaban este tipo de locales. Desde la Edad Media se acostumbraba a señalar los prostíbulos poniendo unas ramas a las entradas de los locales (de ahí viene el nombre de rameras para las mujeres que trabajaban en estos locales). En Barcelona no estaban bien vistos, pues su exhibición pública se consideraba de mal gusto.
Barcelona no estaba acostumbrada a la presencia de ejércitos y con motivo de la Guerra de los Treinta Años las tropas castellano-italianas estuvieron presentes en esta ciudad. Parece ser que este hecho no solo significó un grave problema con los agricultores que sufrían robos y violaciones, también estos abusos llegaron a la ciudad, aumentando el número de violaciones y casos de ITS, especialmente sífilis. Esto obligó a las autoridades locales a tolerar la visibilidad de burdeles a los que acudiera la soldadesca. No se trataba de gente formada, mas bien analfabeta, por lo que para indicar el lugar exacto se recurrió se recurrió a la representación de caras de mujeres (carazas), a las que acostumbraban a adornar con dos ramas.
Los trabajos de Jaume Riera y Rocío Rodríguez nos muestran muchos casos de jóvenes que ofrecían sexo a cambio de dinero. Gracias a ellos conocemos los casos que llegaron a manos del Santo Oficio, con sus cargas de autojustificación, culpa y chantaje. Pajares, calles, almacenes, barcos, domicilios privados, hostales... no hay ningún dato que sugiera su presencia en los burdeles de la ciudad. Un solo indicio, la caraza que indica el burdel del Carrer de les Mosques es de una figura masculina. ¿Indicaba el burdel? ¿Indicaba la presencia de trabajadores del sexo masculino? Difícil de saber.
Otra figura que aparece es el de jóvenes que en un momento dado ( por ayuda divina, del diablo o por diversión) optaron por una identidad femenina para ganarse la vida entre la soldadesca, para servir limpiando hogares o divertir al vecindario ( En 1599 Joan Berniola de Agramunt trabajaba ganándose la vida en posadas o divirtiendo al vecindario travestido y señalando que su naturaleza no era ni masculina ni femenina).
La novela histórica también señala algunos casos. Alfred Bosch en su "Set de rei, 1714" (Sed de rey) habla de la desaparecida calle de las "Mal-lligades (Mal atadas), allí, según él, era un lugar frecuentado por jóvenes que ofrecían sexo a quien ofreciera dinero a cambio. Algo parecido cuenta Sánchez Piñol en Victus, dos de sus personajes (un niño y un enano) ofrecían sus servicios a la soldadesca, mientras uno satisfacía al cliente, el otro lo desvalijaba. Relatos similares conocemos en tiempos posteriores.
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