El activismo del VIH en España no puede entenderse sin ACT UP Barcelona.
Este grupo activista nació en 1989
a imagen y semejanza de la organización neoyorquina ACT
UP (siglas en inglés de Coalición del Sida para desatar el Poder) en cuya
fundación en el año 1987 participó el activista gay –además de escritor y
productor de cine– Larry Kramer.
ACT UP planteó un nuevo modelo de activismo basado en la acción directa
para concienciar sobre la epidemia del VIH/sida y hacer visibles a las personas
que lo padecían. La acción directa iba a encaminada a conseguir un marco
legislativo favorable y promover la investigación científica y la atención a
los enfermos hasta alcanzar el fin de la epidemia. Un año después de su
fundación, ya había otros grupos ACT UP en muchas otras ciudades de EE UU y
unos más años tarde también se crearon grupos en ciudades europeas, entre los
que destaca ACT UP Paris –todavía activo y cuya historia a principios de la
década de los noventa del siglo pasado se relata en la cinta 120 pulsaciones por minuto (2017) de Robin Campillo–, y la ya
desaparecida ACT UP Barcelona.
De forma similar a los hechos que se narran en la película francesa, el
corazón de muchas personas infectadas y afectadas por el VIH en Barcelona
también latió a 120 pulsaciones por minuto a principios de los noventa. Huelga
recordar que, en aquella época, la infección por el VIH era una enfermedad
mortal a corto plazo y sin medicamentos eficaces –que no llegarían hasta el año
1996 con la aparición de los inhibidores de la proteasa y, por ende, de la
terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA)–
En España, a finales de los años ochenta, el sida era un grave problema
sanitario y de salud pública al que las administraciones públicas daban la
espalda. La pasividad y los prejuicios de la clase política, médica y religiosa
fueron los mimbres sobre los que se construyó la crisis de sida. En Catalunya,
el convergente Jordi Pujol –de forma similar a la actitud de François
Mitterrand en Francia o Ronald Reagan en EE UU– fue incapaz de pronunciar la
palabra ‘sida’ en ninguna de las 300 declaraciones públicas que hizo en el año
1991.
Como respuesta contra este silencio institucional que conducía de forma
inevitable a la muerte, los grupos ACT UP alzan su voz, desde la ira y la
rabia, con acciones llamativas y protestas multitudinarias con el objetivo de
dar visibilidad a la enfermedad y a las personas enfermas para que nunca más
cayeran en el olvido.
ACT UP Barcelona utilizó el espacio público para sensibilizar sobre la
crisis del sida entre la población general. Entre sus acciones se incluyen un
boicot a la empresa Benetton por la campaña en la que utilizó enfermos de sida;
pegadas de carteles con mensajes directos y contundentes por toda la Ciudad Condal ;
intervenciones de acción directa durante la celebración de los Juegos Olímpicos
de Barcelona; el cerco de la
Cárcel Modelo de Barcelona; o la manifestación silenciosa con
una pancarta gigante y pegada de carteles en el Hospital del Mar denunciado las
carencias de la administración sanitaria catalana en relación con la atención
de los pacientes con el VIH y exigiendo el respeto a su dignidad[ii].
Entre las protestas más llamativas se incluían el die-in que consistía en simular cuerpos muertos sobre una calzada o
plaza y los cortejos fúnebres. Esta acción se inspiraba en la idea del funeral
político importada de EE UU y que consistía en que personas con el VIH que se
encontraban en trance de fallecer solicitaban a sus compañeros que llevaran el
ataúd, si les era permitido con la tapa descubierta, hasta un espacio público
simbólico que albergara la sede del poder político.
ACT UP Barcelona adaptó los cortejos fúnebres a su realidad sin utilizar el
cuerpo de ningún difunto: los participantes iban vestidos de negro con carteles
y silbatos llevando ataúdes falsos y cruces confeccionadas por los propios
activistas, tras una pancarta en la que se leía ‘Cementerio’. Toda la
parafernalia fúnebre se depositaba en la Plaza de Sant Jaume, donde se levanta la sede del
gobierno catalán y, por lo tanto, máxima autoridad en materia sanitaria y de
asuntos sociales. Allí se realizaba una acción de die-in dibujando con tiza los contornos de los activistas que se
habían tumbado sobre el pavimento de la plaza.
Con esta sencilla acción y de gran impacto visual, ACT UP utilizaba el
cuerpo ausente pintado en tiza sobre el pavimento como instrumento de denuncia:
las personas con el VIH no morían en realidad de sida, sino de ignorancia
social, de homofobia, de inacción política y de rechazo social.
En definitiva, la muerte de todas las personas que fallecieron en aquella
época como consecuencia del sida y sus complicaciones fue un fracaso colectivo.
Así lo describía años después Joan Tallada –histórico activista gay y del VIH y
militante de ACT UP Barcelona–; para el veterano activista estas personas no murieron en España y en otros
países de nuestro entorno fruto de la fatalidad sino porque “se tardaron años en implementar
políticas efectivas de reducción de riesgos y daños en el uso de drogas, porque
la moral social y religiosa impidió un acercamiento solidario y comprensivo al
complejo comportamiento humano, porque a nadie le importaba ni la salud ni la
vida de personas que fueron agolpadas en la infausta categoría de los llamados
grupos de riesgo para negarles derechos humanos básicos”[iii].
Por este
motivo, eran tan imprescindibles los grupos ACT UP porque su acción directa era
sinónimo de vida y esperanza para una comunidad olvidada y estigmatizada por la
sociedad.
ACT UP
Barcelona creó su propio medio de comunicación la revista Vida, la carta de ACT UP Barcelona en cuyas páginas se abordaban
los avances en el tratamiento del VIH, artículos de opinión, consejos
saludables o el repaso a las acciones que estaban desarrollando los diferentes
grupos ACT UP en Europa.
ACT UP se
disolvió a principios del año 1996. Algunos de los miembros que habían sido más
activos dentro de la organización en el ámbito los tratamientos del VIH
fundaron un año después en Barcelona el Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del
VIH (gTt-VIH), la entidad que editó durante muchos años la revista LO+POSITIVO.
Mucho ha llovido desde la desaparición de ACT UP Barcelona. El activismo
del VIH en la actualidad poco tiene que ver con el ideario y las acciones de la
organización barcelonesa. ACT UP Barcelona logró aportar a España estrategias
de acción directa y militante que sirvieron de poso para el activismo que, años
más tarde, emprenderían a principios de 2000 las plataformas REDVIH y CESIDA.
Sin embargo, algo se perdió por el camino hasta llegar el presente…
Las generaciones posteriores no se enteran del trabajo realizado por ACT UP o GMHC. Con nuevas medicinas a su disposición, como PrEP, piensan en el SIDA como algo prevenible.
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