Me gusta comentaros un libro mientras lo leo, tal vez por impaciencia en contároslo, tal vez para dar solo una impresión o simplemente evitar dar pistas excesivas sobre su argumento.
La lectura de "Pompas fúnebres", de Jean Genet, no os dejará indiferentes, incluso puede que llegue a turbaros. Genet se pone en la piel de personajes ruines, asesinos, traidores y comparte sus inmorales sentimientos. Se trata de la tercera novela de este autor y la
primera que escribió fuera de la cárcel, con la intención expresa de
rendir homenaje a su joven amante Jean Decairn, combatiente de la
Resistencia muerto en las barricadas de París en los días de la
liberación. En una fusión realmente perturbadora de códigos poéticos, el
amor obsceno y el amor envuelto en un tornado de pétalos de rosa se
mezclan en una representación que busca tal vez no sólo un nuevo
lenguaje sino "nuevas reglas de vida".
"Mi desesperación ante la muerte de Jean es un niño cruel. Es Paulo.
Que nadie se asombre si, al hablar de él, el poeta llega a decir que su
carne era negra, o verde, del verde de la noche. La presencia de Paulo
tenía el color de un líquido peligroso. Los músculos de los brazos y las
piernas eran largos y lisos. Se le suponían unas articulaciones
perfectamente flexibles. Tal flexibilidad, la longitud de los músculos y
su tersura eran el signo de su perversidad. Cuando digo signo, quiero
decir que entre su perversidad y estos caracteres visibles existía una
relación. Sus músculos eran elegantes, finos. Su perversidad también lo
era. Tenía una cabeza muy pequeña sobre un cuello macizo. Los ojos, cuya
mirada fija parecía aún peor que la de Erick, eran los de un juez
implacable, los de un soldado, los de un oficial estúpido hasta lo
sublime. Jamás sonreía su rostro. Tenía el pelo liso, pero se le
montaban los mechones. Puede decirse que daba la impresión de que no se
peinaba nunca y sólo se atusaba el pelo con las manos mojadas. De todos
los tipejos que me gusta sacar a relucir es el más perverso. Abandonado
encima de mi cama será, desnudo, terso, un instrumento de tortura, unas
tenazas, un cris a punto de funcionar, que funciona por su sola
presencia, que era perversa y surgirá pálido y con los dientes
apretados, de mi desesperación. Me permitió escribir este libro, igual
que me dio fuerzas para asistir a todas las ceremonias del recuerdo"
Genet reflexiona entorno a Jean su amante asesinado, al que llora y siente dentro de si, entorno a un asesino, un joven ratero traidor y colaboracionista, y entorno a un soldado alemán amante del verdugo. En una ambiente sórdido, cruel y escatológico, donde el sexo es brusco y sucio, pero no excento de poesía.
"Si alguien ofendiera su nombre (JEAN),,,"Está muerto, ya no volverá a tirarse un pedo." vería en ello un insulto y, mas que un insulto, una profanación, y le rompería la cara al autor; que no solo insulta mi dolor, sino al propio Jean que está en mi... porque a Jean no le quedan sino mis brazos que son los suyos para defenderse"
No
hay nada de convencional es esta obra, ni su forma de narrar, a veces
caótica, generalmente brillante. Su lectura un placer lejano a lo políticamente correcto.
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