diumenge, 4 de setembre del 2011

OH, EL AMOR


Árticulo de Gabriel J. Martín, psicólogo de la Coordinadora Gai-Lesbiana y Gais Positius, publicado en el número 82 de la revista GB Gay Barcelona.


Sal a la calle y haz una encuesta a todas las personas mayores de 75 años que encuentres. Pregúntales “¿usted cuántas veces se ha enamorado, de verdad, a lo largo de su vida?” Verás como el 99,9% de los encuestados te contesta que “una o dos veces... puede que, como mucho, tres” incluso puede que alguno te conteste “creo que nunca”. Y es que el verdadero amor aparece en nuestras vidas con bastante menos frecuencia de la que nos pensamos. Mientras tanto, amantes, follamigos y novietes pasajeros van pasando. Ser capaz de reconocer qué significa en nuestra vida cada uno de los hombres con los que compartimos algo es fundamental para poder vivir una sentimentalidad sana y no enredarnos en lo que no lo es.

El amor está hecho de...
       El estudio clásico de Robert Sternberg (1988) sobre el amor demostró que las relaciones sentimentales que funcionan contienen tres elementos: pasión, intimidad y compromiso. Por pasión entendemos no solamente el deseo sexual, sino también la importancia de la presencia del otro en tu vida (presencia tanto física como psicológica), así como con la sensación de entrega y con todo aquello relacionado con que nuestro novio sea alguien importante en nuestras vidas. De hecho, una buena analogía es la de “sentir pasión por el fútbol o por el diseño”. Sentir pasión por tu novio es experimentar el gozo de disfrutar de su presencia en tu vida.
       El ingrediente intimidad se refiere a la capacidad de mostrarte con tu novio o marido tal cual tú eres y viceversa: dos hombres que son auténticos el uno con el otro, sin máscaras, disfraces, sin personajes a representar, sin fantasmadas ni intentos de impresionarle a través de algo que no eres tú mismo. Es aquí y no en el elemento “compromiso” (como muchos piensan equivocadamente) donde fracasan las relaciones gays. Alan Downs (2005) lo describe muy bien en su libro “The Velvet Rage”: los hombres homosexuales atravesamos una serie de etapas que se resuelven, bien o mal, experimentando una serie de crisis que, en muchas ocasiones, conllevan el desarrollo de “máscaras” a través de las cuales gestionamos la sobreexposición emocional causada por haber crecido en unos entornos altamente homofóbicos. Lo que es un intento de defender tu propio equilibrio psicoemocional, se convierte en un obstáculo para poder construir relaciones sentimentales plenas y satisfactorias... ¡lo que son las cosas! No es posible vivir el amor si los dos miembros de la pareja no se han despojado de todo aquello que no es auténtico y no se han aceptado como lo que son: seres humanos con sus luces... y con sus sombras.
       Por último, el elemento compromiso no hace referencia a ningún tipo de obligación impuesta desde fuera sino a la voluntad de priorizar los acuerdos pactados con tu novio por delante de otros acuerdos. El compromiso también se refiere a un proyecto de vida que se siente compartido, con el que ambos os identificáis y que os gusta a los dos. Una relación que funciona es una relación que nutre a cada miembro de la pareja: aporta estabilidad, seguridad, tranquilidad. En devolución, hay que trabajarla, hay que nutrir la relación de momentos especiales, de estar por el otro, de hacer cosas juntos. El compromiso se refiere también a una visión sobre el mundo que se comparte, a una filosofía similar, a dos modos semejantes de ver la realidad. Las parejas que funcionan están formadas por personas que, en lo profundo, se parecen. Es imposible que funcione de otra manera. Puede que los polos opuestos se atraigan porque, intelectualmente, es muy estimulante conocer un estilo de vida que te resulta totalmente desconocido pero, a la larga, esto nunca se sostiene. Con el tiempo, los miembros de las parejas tienden a ir recobrando la autonomía que diluyeron en los primeros momentos de la seducción (cuando “sacas lo mejor de ti para gustarle al otro”). Es entonces cuando los polos opuestos aún se polarizan más en un intento de defender la individualidad de cada uno de ellos. La relación se termina convirtiendo en un un diálogo de sordos donde los dos gritan pero nunca escuchan al otro... y esto es tristísimo para ambos.

No digas que es amor, sino...
       Sternberg hizo un gráfico (el “triángulo del amor”, lo puedes encontrar en Internet) donde expresaba visualmente las diferentes posibilidades de afecto. Por ejemplo, el amor romántico tiene pasión e intimidad, pero le falta el compromiso. Cuando se dan los tres ingredientes, nos encontramos con lo que el autor denomina “amor consumado”. Yo, en mi consulta, utilizo otra figura consistente en tres círculos que se intersectan de manera que las regiones que se obtienen con las intersecciones, definen los tipos de relación... hay hombres hacia los que sólo sientes pasión, hombres con los que compartes sexo e intimidad, etc. En la figura 1 verás el diagrama que yo utilizo para representar el triángulo de Sternberg y las regiones que definen los diferentes tipos de relación.




Fig. 1. Los tipos de afecto y el amor.

       Lo que Sternberg llama “encaprichamiento”, en nuestra nomenclatura sería un “ligue de una noche” o un amante con el que sólo tienes sexo. El amor fatuo es el de dos hombres que comparten cama, techo y facturas pero que no mantienen ningún tipo de complicidad más allá del sexo y que, en el fondo, son extraños el uno para el otro. El amor romántico todos lo conocemos y, aparte del subidón que te proporciona, es un afecto tan centrado en la inmediatez del “aquí y ahora” que carece de proyecto futuro y puede que no dure más de lo que duren las endorfinas dentro del cerebro de los dos tórtolos.

El amor en los gays...
       En las parejas de hombres homosexuales suele darse un proceso bastante similar para todos. Lo he representado en la figura 2 añadiendo al diagrama anterior unas flechas de color azul y dos características imprescindibles para que se produzca avance en ese proceso.
       Brevemente, la mayoría de las relaciones gays suelen iniciarse a través de la atracción física y, de hecho, si no se produce esta atracción es muy poco probable que se inicie una relación (por eso, marco la pasión con un “1º”. Cuando digo atracción no quiero decir fascinación. No es necesario tener que quedarse obnubilado por un hombre para querer iniciar una relación son él. De hecho, la mayoría de los noviazgos que funcionan empiezan entre dos hombres que, cuando se vieron pensaron “mm, me gusta.. aunque tampoco sea para tirar cohetes” y que, tras varios encuentros sexuales y darse cuenta de que la química funcionaba entre ellos, empezaron a notar lo atractiva que es “...esa arruguita que se le forma en los ojos cuando me mira con ternura” o lo excitante que resulta cuando “me sonríe de medio lado porque ya sé qué es lo que está tramando que hagamos”. Teniendo en cuenta que (como muestra el gráfico 2) para pasar de simple pasión a comenzar a cultivar la intimidad es necesaria mucha comunicación, se entiende que la pasión tenga tanta importancia. Cuando deseamos mucho a alguien hasta el punto de querer pasar tanto tiempo a su lado, forzosamente se fomenta la comunicación y es entonces cuando es posible conocerse. Sólo así es posible llegar al siguiente “nivel” en la relación (marcado con un “2º”) que es un punto donde, además del atractivo físico, encontramos el atractivo psicológico y emocional del otro: a la pasión que nos despierta ese hombre, le añadimos el disfrute de la intimidad con él.


Figura 2. El proceso habitual de enamoramiento entre dos hombres homosexuales.

       Me gustaría mucho puntualizar, frente a quienes filosofan desde la teoría pura y tonta, que el hecho de que los hombres gays prestemos tanta importancia a la atracción no necesariamente implica un sesgo de superficialidad en nosotros. Los hombres gays, por el simple hecho de ser hombres, somos muy visuales. Esto significa que prestamos mucha atención, a menudo sin ser conscientes de ello, a las pistas visuales que nos llegan de los demás. No se trata de deducir si él gana más o menos dinero por llevar camisas con un determinado bordadito sobre el bolsillo (esto sí sería superficialidad), sino de poder deducir su grado de calidez a través de su sonrisa o su honestidad a través de su mirada directa y transparente. Los hombres podemos obtener mucha información a través del lenguaje no verbal, nuestro cerebro parece estar bastante entrenado en ello. Por eso, si algo (o alguien) “no nos entra por los ojos” a menudo no nos interesamos. Es algo superior a nosotros, no podemos evitarlo. Y no podemos evitarlo porque tiene que ver con una capacidad innata que, si la comprendemos, vemos que no tenemos porqué abandonarla ni cambiarla. Ser gay tiene algunas cosas buenas y ésta es una de ellas. Nuestra confianza en nuestras capacidades de procesamiento no verbal es algo de lo que deberíamos ser más conscientes y no seguir dejándonos llevar por aquellas argumentaciones que no entienden la configuración de nuestros cerebros.
       Como se ve en la figura 2, el siguiente paso, el que lleva al fomento del compromiso tiene que ver con la capacidad para compartir, con des-centralizar nuestras vidas de nosotros mismos y re-centralizarlas en un núcleo nuevo que, desde ahora, llamamos “pareja”. Es cuando dejamos de ser amantes o follamigos... o novietes. Ahora somos novios (en el sentido más clásico del término) porque nos hemos comprometido en construir un proyecto de vida compartido en el que los dos tenemos cabida, del que los dos queremos participar y por el que los dos nos sentimos ilusionados. Esto es así, así debe ser y no podría ser de ninguna otra manera. Una pareja que funciona nutre a los dos miembros que la forman y, a cambio, ya comenté anteriormente que era necesario trabajarla. ¿Cómo se “trabaja” una relación de pareja? Básicamente a través de aquello que llamamos “dedicación”: compartir el espacio personal y los proyectos sabiendo mantener la autonomía, haciendo de la convivencia un valor en nuestras vidas, colocando a nuestro novio en un lugar relevante de nuestra cotidianidad. Dedicación significa destinar esfuerzos a hacerle muy feliz. Si no lo sientes así, sé honesto y acaba con una relación en la que no correspondes (y huye de las relaciones en las que no eres correspondido). Dedicación no significa obsesión y la diferencia entre la una y la otra tiene mucho que ver con el equilibrio personal, la cual es una de las características de los príncipes azules.

Detectando príncipes azules...
       Una pregunta: si ves una chica tumbada bajo un árbol, ¿pensarías que se trata de la Bella Durmiente? bien, pues espero que -siguiendo la misma regla de tres- comprendas que cuando uso el término “príncipe azul” me refiero a una metáfora, así que no hace falta que comiences con aquello de “los príncipes azules no existen”. Dicho esto, es bueno que sepas que un príncipe azul (un hombre con el que se puede construir una relación plena y satisfactoria para ambos y que, como es natural, tendrá tantos defectos como tú mismo) tiene una serie de características que pueden ser reconocibles. Grant Wheaton (2008) escribió un libro muy divertido sobre las relaciones entre hombres gays. Le avalaba su experiencia como director de “Gay Matchmaker” una agencia matrimonial para hombres homosexuales que concierta cenas para solteros, encuentros, citas y que trabaja a partir del análisis de perfiles de personalidad. Wheaton, en un formato similar al de los libros de autoayuda (sin serlo), explica las siete características de todo hombre con el que se puede construir una relación sólida. Por decirlo de alguna manera, el príncipe azul es un hombre auténtico, que vive en el presente, con una mente flexible, es equilibrado, respetuoso, comprometido y tiene una actitud de agradecimiento ante la vida. Digo auténtico en el sentido de “honesto” como ya he mencionado al hablar del ingrediente “intimidad” y por vivir en el presente me refiero a no arrastrar mochilas del pasado ni vivir enredado en ensoñaciones sobre el futuro sin llevar a cabo ninguna acción concreta para cumplir sus planes. Un hombre con una mente flexible tiene sus propias opiniones pero está abierto a la experiencia y a enriquecerse con nuevos aprendizajes. Es equilibrado si gestiona bien su tiempo sabiendo dar espacio al trabajo, al amor, a los amigos, a la familia, etc. Un hombre respetuoso es tolerante, paciente y responsable (es capaz de dar respuestas a lo que le sucede, sin esperar que otro le saque las castañas del fuego). Un hombre comprometido es un hombre que ofrece dedicación (también he hablado de ello anteriormente) y su actitud de agradecimiento se muestra en su capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
       Siempre que comento esto en consulta me gusta añadir una octava característica de los príncipes azules: “quieren a su lado a otro príncipe azul”. La única forma de poder detectar a un hombre con el que sea posible construir una relación sólida es haciendo el trabajo interior que te corresponda hasta que reúnas las características de uno de ellos.
       El príncipe azul es el hombre junto al cual puedes crecer interiormente. Si me preguntas qué es el amor, te contestaré que es un sentimiento que te hace crecer, que te aporta la estabilidad necesaria para que explores la vida con confianza. Como psicólogo considero que el amor guarda mucha relación con el estilo de apego que hemos desarrollado en nuestra infancia. Un niño con un apego seguro muestra un repertorio de conducta exploratoria mucho más amplio y, especialmente en este sentido, es donde encuentro la similitud con el amor adulto. Un criterio que podemos utilizar para saber si estamos en una relación de “verdadero amor” es que el hecho de estar en esa relación nos hace sentir más seguros y confiados, más abiertos a la experiencia, tenemos más ganas de hacer planes y la vida nos ilusiona. Lo que no sea esto, puede tener otro nombre, pero no el de amor. Puede ser encoñamiento, cariño o dependencia y sé que cuesta admitir que la relación que tenemos no es amor sino algo tóxico como una dependencia afectiva. Pero de esto hablaremos otro día.
       El amor es un sentimiento que te proyecta hacia el futuro y, a la vez, se cimenta sobre una biografía bien integrada. Es un sentimiento que te despierta emociones capaces de dar intensidad a tu presente. Disfrútalo si lo tienes.

Referencias:
Downs, A. (2005). “The Velvet Rage”. Perseus Books. Cambridge.
Sternberg, R. (1988). “The Triangle of Love”. Basic Books Inc. New York.
Wheaton, G. (2008). “The 7-Day Dating and Relationship Plan for Gay Men”. Alyson Books. New York.

1 comentari:

  1. Se ha borrado lo que habia escrito!
    Lo dicho, me encanta tu blog y lo he enlazado al mio que no sé por qué antes no lo hice si tienes verdaderas joyas aqui
    Besos!!

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